domingo, 15 de mayo de 2011

POEMARIO ‘El Remolino’, Las razones del suicida:



CORAZÓN SIN ALMA

L. R.

Mi corazón está llorando,
su latido suena a quebranto.
Por encima de los valles,
de los bosques,
por encima de toda la tierra,
mi corazón imita
el color de un cielo lluvioso,
de una noche sin luna,
como un títere inerte,
vacío en su vacuidad.

La melancolía vuela alto
como el buitre negro
en esta noche larga y fría,
atravesando anchos valles
entre las montañas negras.

La luna menguante mengua,
y yo envidio a las estrellas
mientras mi corazón lucha inútil,
marchito y atravesado
por las espinas de una acacia.

Nada se mueve en esta noche, 
nada se disuelve – tampoco en alcohol.
Nada roza ya
mi corazón derrotado
porque él no tiene alma:
se la robaron cuando yo,
maniatado,
dormía.




Copyright © Luis Romero, 2006

Poema extraìdo del libro 'El Remolino' (Lewis Romero, 2012, 2º Ed.)
  

miércoles, 11 de mayo de 2011

Crónica: Concierto de JOSE LUIS PARDO & the Mojo Workers. El Café del Cine, 16 de abril de 2011, Tomares, Sevilla.





Mi primer impulso ha sido comenzar esta crónica con un ¡IMPRESIONANTE!

Pero lo cierto es que voy a entonar primero un LAMENTABLE. Y no me refiero al excepcional concierto que pudimos disfrutar anoche los que asistimos expectantes a la increíble exhibición de energía, destreza, virtuosismo y dominio del lenguaje que ofreció el  guitarrista José Luis Pardo acompañado de su banda para esta ocasión. 

Me refiero a que para los aficionados de esta ciudad de Sevilla que no pudieron, o que no quisieron, acercarse al Polígono El Manchón de Tomares a contemplar uno de los mejores actos de Blues que se puede ver en estos tiempos difíciles que corren, para los muchos ausentes, digo, que sin duda se lamentarán cuando algún amigo les cuente lo acontecido ayer sobre el escenario de El Café del Cine, y tendrán que caminar por la vida a partir de ese instante sin el placer de poder recordar y saborear los momentos que ayer el genial bluesman argentino, sin cuentagotas y a quemarropa, nos dejó grabados en nuestra memoria colectiva a los que sí fuimos, a los que puntuales no faltamos a la cita con el blues. 

Dejando a un lado el sarcasmo, no exagero ni un ápice. De testigos estaba el local repleto. Y los que va dejando José Luis por dondequiera que lleve su blues. Ya el día anterior a este concierto había dejado su reguero en Lucena y hasta en la India y el Nepal pueden dar fe de ello. Pero aun no es tarde para estos amigos que se ausentaron sin excusa posible: José Luis Pardo actúa hoy de nuevo en Huelva, en la Sala Habana, junto a la Vargas Blues Band. Todavía están a tiempo. Si no, es posible, el dios del blues no lo quiera, que vuelvan a pasar varios años para que regrese con su guitarra por estos pagos del Sur, como hizo hace tres, donde ofreció una actuación acústica en el mítico local CASAGRANDE BLUES BAR de Tomares, afortunado lugar del universo blusero, que todavía recuerdan los jóvenes y viejos del lugar.

No se entiende, sintiéndolo mucho, que un concierto de esta calidad no interese a algunos de los aficionados al blues – y a la música, en general - de esta bendita ciudad, por mucho viernes de Dolores que sea, cuando además LA CASA DEL BLUES DE SEVILLA, organizadora del evento y que trabaja por y para la promoción y difusión de este género primigenio, origen de todo lo que vino después, ofrece al público el concierto al modesto y pírrico precio de 3 euros. Ante esto, solo se me ocurre una causa de fuerza mayor para perderse el formidable espectáculo que José Luis nos tenía preparado.

José Luis Pardo nació en Buenos Aires el 17 de Marzo de 1981, acaba pues de cumplir 30 años. Lo hago notar, porque musicalmente y sobre el escenario parece más bien un veterano de cuarenta y tantos. Durante el primer pase pudimos asistir, un poco perplejos, todos los que, como yo, no lo habíamos disfrutado en persona, a un maravilloso desfile por los más conocidos y exquisitos estilos de la guitarra de blues a lo largo de la historia de este instrumento en el género, que supera largamente el siglo de existencia. Desde B.B. King a Hendrix y Stevie Ray Vaughan, pasando por los maestros Freddie King, Albert Collins o Buddy Guy, alumnos aventajados como Bob Margolin y Alvin Lee fueron también fueron invocados por las seis cuerdas de su Fender Stratocaster.

Todo ello, sin sacrificar un estilo propio, autodidacta, intenso, plagado de detalles técnicos y también para la galería - lo que se agradece y mucho pues, como suele decirse, eso crea afición – que capta la atención desde el primer fraseo, acompañado además por una sección rítmica, formada para esta mini-gira sureña y compuesta por los catalanes Jordi Cobre (bajo) y Carles Badal (batería) que también demostraron su magnífico oficio acompañando a este joven e imprevisible sobre el escenario maestro bonaerense, lo que imagino no debe ser tarea fácil. Todo ello salpicado con las dosis de humor y complicidad con la audiencia que tanto se echa de menos últimamente en otros shows.

Después de la obligada pausa para fumadores – así como necesario descanso emocional para público y banda – en el segundo itinerario por la autopista del blues, José Luis Pardo nos guió por terrenos del swing e incluso del soul, con una magnífica versión del clásico de Ray Charles ‘I Believe to My Soul’, con la que hizo corear el estribillo a todo el local, incluyendo al estiloso personal de detrás la barra.


Y así, casi sin darnos cuenta del paso del tiempo, llegó la hora de los artistas, de los bluesmen autóctonos. La leyenda sevillana Mingo Balaguer rompió el hielo y demostró, una vez más y son incontables, cómo se puede dejar un local en llamas sin calentamiento previo. Además nos dejó en primicia la noticia de su “asociación ilícita”, en breves fechas, con el protagonista de la noche, José Luis Pardo. Miedo me da lo que pueda salir de ahí. Bromas aparte, es una excelente noticia para todos los aficionados al Blues del planeta y parte del extranjero.

Más tarde, también subieron al escenario José María Pardo, de Andabluses, (que, en sus propias y jocosas palabras, “no sabía que la familia Pardo pudiera llegar tan lejos”) y el guitarrista Pepe Delgado, que a lomos de la Gibson E-335 de José Luis también dejó su impronta en el escenario.

Decir que otros destacados miembros de la comunidad blusera andaluza se encontraban entre el público pero, desgraciadamente, no pudo haber tiempo para todos, en una actuación que se alargó, incluyendo descanso, a las tres horas y media. Se echó de menos, entre otros, al joven Kid Carlos que se encontraba tocando con su banda en Las Cabezas de San Juan.

Para cerrar el show, una sorpresa nos aguardaba en el horizonte: pasadas las tres de la excelsa madrugada, José Luis Pardo presentó al gran Lolo Ortega, quien recién terminado su concierto en Valencina de La Concepción se presentó, Strato blanca en bandolera, a hacer los honores y a desgranarse unos solos con José Luis Pardo, para disfrute y goce del personal que, atónito, contemplaba el final del show con sonrisa ancha y merecida admiración por los músicos.

Concluida la velada, el corazón de nuevo en su sitio, la voz bastante cascada y encendido el penúltimo cigarrillo, sería de esperar que noches como la de ayer se repitieran a menudo en esta luminosa ciudad, a veces esquiva, a veces amada, que, muy a pesar suyo y le duela a quien le duela, tiene y seguirá teniendo alma de blues.

Y sí, fue IMPRESIONANTE.

Gracias. 


José Luis Pardo abre el concierto

Mingo Balaguer & José Luis Pardo, una "Asociación ilícita"

Y apareció el maestro... Lolo Ortega

http://www.myspace.com/joseluispardo






sábado, 9 de abril de 2011

Relato: LA NOCHE QUE MURIÓ STEVIE RAY VAUGHAN





I



329 North Dearborn Street, Chicago

Buenas noches, hermano:

Te relato en esta carta mis últimas andanzas por las tierras del Medio Oeste americano, tierras que vieron nacer a grandes hombres, pero donde el cielo pocas veces es de otro color diferente a la ceniza.

              Estando en Milwaukee (Wisconsin) en el verano de 1990, me desplacé a East Troy (WI) a presenciar las dos últimas noches de la gira americana de Eric Clapton. Tomé un autobús Greyhound que me dejó a pocas manzanas del viejo edificio donde se encontraba la pensión, un lugar algo inhóspito pero cercano a la zona del concierto.

              Los alrededores de Alpine Valley estaban repletos de gente. Piqué mi entrada, me dirigí a la barra y pedí un Southern Comfort. Un presentador con unas gafas de pasta negra a lo Elvis Costello anunció el principio de la fiesta. Terminados los preámbulos, Robert Cray abrió el fuego. Después, Clapton ofreció un buen show en su primer pase. Pero tengo que decirte que yo no estaba allí por ellos. Después de unos veinte minutos de descanso, con un sombrero tejano de color negro y botas de piel de serpiente, Stevie Ray Vaughan y sus leales Double Trouble aparecieron en el escenario como tres príncipes.

              No tengo palabras para describirte mi emoción durante las pocas canciones que tocó. Desde ‘Proud and Joy’ hasta terminar con la impresionante ‘Texas Flood’, estuve todo el tiempo con mi antebrazo tapizado de una piel de gallina que no se iba y temí que pudiera convertirme en un pequeño gallo rojo. No hubiera estado mal ya que no tenía sacerdotisa en aquel momento.

              Stevie se despidió saludando con el sombrero, como un torero, y dejando, como suele decirse, el lugar en llamas. Después volvió a salir Clapton y terminaron todos haciendo un sentido homenaje a Freddie King tocando una apabullante versión de ‘Goin’ Down’ en la que cada uno se marcó un par de solos, para goce y disfrute del personal.

              Tú sabes, hermano, que uno de mis vicios es colarme detrás del escenario, en el backstage, para conocer de cerca a mis héroes. En los ochenta era sencillo, y con un poco de picardía se podía entrar hasta la cocina. Tú te dabas mejor maña. Así, conseguimos trofeos como las púas de Johnny Winter,  autógrafos de Ray Davies y  Freddie Mercury,  o una baqueta del percusionista de Frank Zappa. Lo de las púas tampoco es que tenga mucho mérito porque el gran B.B. King ya las arrojaba desde el escenario a los que estábamos en primera fila. Tú, hermano, que eres un pícaro ladronzuelo, tienes en tu batería un Paiste afanado a Cozy Powell durante el backstage del quinto concierto de las Leyendas de la Guitarra en la Isla de La Cartuja. A ver cuándo se lo devuelves.

              Dediqué esa primera noche a tantear los accesos, que estaban bien vigilados. Los de seguridad pedían pases a diestro y siniestro y no había manera de entrar al backstage. Me fui a la barra y casualmente observé a unos técnicos de sonido junto a la mesa de mezclas. Me acerqué y les comenté algo sobre los altavoces. Me fijé en los pases que llevaban al cuello. Pregunté al chico joven cómo hacer para obtener uno parecido. La respuesta fue: trabajando para la organización. Dijo que con ese pase podría entrar en cualquier sitio, incluso en camerinos. No pude convencerle de que me lo prestara para ir a saludar a “mi primo Stevie”, pero yo ya había concebido un plan para el siguiente día.




II

              A la noche siguiente me enfundé la camiseta de Jimi Hendrix que me regalaste, me calcé mi par de botas vaqueras de Valverde del Camino y entré al concierto. Fui directo a la mesa de mezclas. El público fue llenando la sala mientras yo esperaba la aparición de los técnicos. Cuando llegaron, les saludé cordialmente y después me coloqué a la espalda del joven para dejarle el sitio.

              La hoja de mi pequeña navaja no llega ni a cortaplumas. Situado a espaldas del chico, miré alrededor y saqué la navajita, abrí su pequeña hoja y realicé en un instante una suave hendidura en el cordón que sujetaba el pase a la nuca del muchacho, dejándolo así casi cortado. No terminé de cortar pues se hubiera caído al suelo. Cuando terminaron su trabajo se marcharon tranquilamente. Yo les seguí. Mi idea era acercarme al colega y fingir un empujón, un tropezón, y aprovechar el encontronazo para dar un pequeño tirón de su pase, pues el cordón estaba ya medio listo. La jugada salió bien, aprovechando la bulla  - y con un poco de suerte  - ¡¡Abracadabra!! Me hice con el preciado pase.

              Me refugié con mi tesoro en un confín de la barra. Todos los que pasaban a mi lado me parecían vigilantes de paisano. Por un momento imaginé a dos fornidos Ángeles del Infierno sacándome en volandas al frío exterior y haciéndome una cara nueva por pasarme de listo. “Que esto no es España, Lewis”, pensé.  Pero siempre podía explicar que lo había encontrado en el suelo y aquello no era Altamont. Lo saqué de la chupa y le eché un vistazo. ¡Dios, qué bonito era!

              Compré una camiseta de la gira y con ella puesta me dirigí a la puerta del backstage. Tenía que darme prisa pues el técnico ya se habría dado cuenta de la pérdida y podría haber informado. Así lo hice, y con la cazadora en la mano sin demasiados problemas me colé dentro. ¡¡Dentro!! ¡Todavía no había comenzado el concierto y yo estaba dentro! Vaya flipada, hermano.




III

              Me di una vuelta por la estancia y cogí una helada lata de cerveza de un barril con hielo puesto al efecto. Nadie allí llevaba la camiseta del concierto así que fui a un rincón, me la quité  y salí a explorar el lugar con la psicodélica camiseta de Hendrix que tú diseñaste. Phil Palmer, el guitarrista de Clapton en la gira, estaba por allí, y un tío que me recordaba a Robbie Robbertson se reía a carcajadas con el gran Jerry Portnoy y con Dr. John, el pianista de Nueva Orleáns. Pude distinguir entre la gente a Robert Cray, a Chris Layton y a Tommy Shannon conversando con Buddy Guy y otro tío que no me sonaba su cara para nada. También estaba Jimmie Vaughan con una rubia. Todo era sencillamente mágico, sin embargo, me daba mal rollo que los seguratas-armario apostados en cada esquina pudieran fijarse en mí. Tenía que entablar rápidamente conversación con alguien y disimular.


              Me acerqué, poco a poco, a la mesa de Buddy Guy y puse la oreja: estaban hablando de giras en común y de posibles cosas que hacer sobre un escenario. Por lo que pude entender, la idea era grabar un disco todos juntos. El cuarto músico, el que yo no conocía, resultó ser Greg Razb, bajista de Buddy Guy en esa época. Recordarás que toca en el disco Damn Right I´ve Got the Blues, ese que tienes grabado en cassette. Así que era él. Vale.

              Bueno, Greg Razb se giró hacia mi lado y me miró. Aproveché el momento y le dije en mi modesto inglés que yo era un gran admirador suyo desde la época en que  tocaba con James Cotton y Otis Rush. “¿Eres mejicano?” me preguntó. “No, soy de España, de Andalucía”, le respondí. “¿Andalusía? ¡Oh, the Flamenco!” dijo en un acento inconfundible. “Has estado en mi país por lo que veo” dije. “Claro, varias veces. Paco De Lucía, Barcelona,…”. “Sí, je. ¿Conoces algún bluesman español?” le pregunté a quemarropa.

              El hombre dijo desconocer la escena de blues española, aunque sabía que había algunos buenos aficionados. Puso algo de énfasis en lo de aficionados. Yo sonreí y no dije nada, no era cuestión de discutir. Me siguió comentando que el año anterior había tocado en el Festival de Jazz de San Sebastián con B.B. King y que le sorprendió gratamente un joven guitarrista gitano al que el bluesman de Mississippi invitó a subir al escenario. No recordaba su nombre. “Raimundo Amador”, le interrumpí, y le conté brevemente su historia que enlacé con la de Camarón. A éste sí lo conocía. Todos los músicos parecen conocer a Camarón. Mantuvimos entonces una breve charla sobre flamenco. Cuando le estaba narrando la famosa anécdota sobre La Niña de los Peines de la que Lorca escribió un texto memorable, alguien le silbó desde la barra: era Eric Clapton  acompañado de... Stevie Ray Vaughan.


               Intenté disimular mis nervios cuando Greg los saludó y a continuación me presentó como un músico español de viaje por América.  Charlamos un poco y Clapton se retiró hacia camerinos pues se acercaba la hora del concierto. Stevie y yo hablamos unos momentos sobre Andalucía y sobre su música, la de él. Debí caerle bien porque me dijo que si no tenía donde quedarme esa noche, ellos podían acercarme a Chicago sin problemas. Habían alquilado varios helicópteros y había sitio de sobra, me dijo.

               Increíble. Así de bueno y amable era el tío, hermano. Vamos, es que hasta fumaba bien.       Yo me quedé helado y totalmente abrumado no sabía qué decir. En principio, me era totalmente imposible pues la semana siguiente tenía exámenes importantes en Milwaukee pero no podía decirle que sentía muchísimo declinar su maravillosa invitación y tal y tal. ¡Al infierno el examen! ¿No perdí la selectividad en el 82 por asistir al concierto de los Rolling Stones en el Calderón? Pues ya está, hombre. Sin duda se me había aparecido un ángel, un ángel con botas de piel de serpiente. Y le dije que sí al ángel.

              Quedamos en vernos después del concierto y se estaba despidiendo cuando antes de irse me dice: “Me gusta tu camiseta de Hendrix. Es guapa.” “Si te gusta, te la regalo. Toma, tuya es”, y diciendo esto me la quité y se la ofrecí. Stevie soltó una carcajada  - esa risa suya, tan especial, tan contagiosa, tan sincera - dejó el sombrero suavemente sobre la silla, se quitó la camisa y me la ofreció mientras tomaba la camiseta de mi mano. Yo me quedé descolocado, sin saber qué decir. Jodeeeeer,  esto debe ser un sueño, un sueño celestial, no puede ser de otra manera. 
 
              Nos intercambiamos las prendas allí en medio, delante de toda la gente. “Nunca olvidaré este día, Stevie.” le dije. “Soy yo el que salgo ganando, amigo mío. Esta camiseta es única”, dijo, y se fue tranquilamente hasta Buddy Guy, que le estaba esperando en un lateral del escenario. Pude ver la cara de Mr. Guy cuando vio mi camiseta encajando como un guante en el torso de Stevie. 


              El concierto fue inolvidable. Al final hicieron una cosa muy bonita en el escenario. Yo permanecí escondido entre las cabezas de los invitados y de la gente importante, estremecido por aquella música que salía de sus guitarras y sus amplis. Durante el set de SRV, Buddy y Greg tenían los ojos como platos. Buddy Guy lo estaba gozando ya que Stevie tocó un par de sus temas – ‘Leave My Girl Alone’ fue uno de ellos. También tocó ‘Mary Had a Little Lamb’. El sonido de la banda fue simplemente perfecto. Cuando salieron del escenario, los aplausos parecían que iban a hundir el suelo bajo nuestros pies.
             
              Cuando Eric terminó, todos subieron para la traca final. Jimmie Vaughan, Stevie, Buddy Guy y Robert Cray también. Lo que después sucedió fue algo único y muy difícil de describir con palabras. Uno tomaba un solo y terminaba, luego el siguiente tomaba el suyo y así sucesivamente. Se hicieron varios solos cada uno. Estaban allí tocando todos juntos, divirtiéndose entre ellos y tocando lo que les gustaba. ¡Y SRV con mi camiseta! Era como una alucinación mañanera pero de la que no quería salir. El último tema fue ‘Sweet Home Chicago’. Después de despedirse de la audiencia se fueron a los camerinos y yo me colé por allí.

                Estaban todos eufóricos y fue un momento realmente excitante. Eric dijo: "Tío, esto ha sido tan divertido que deberíamos llevarlo algún día a la carretera." Después empezaron a frotarse unos a otros con las yemas de sus dedos comparando sus callos: "¡Hey, mira este!", "Y este qué ¿eh?". Era como si fueran guerreros o soldados de carretera comparando sus heridas de guerra. Todos estaban en la onda de los otros de igual manera y en una perfecta camaradería. Fue una estupenda celebración del momento y no paraban de felicitarse por estar allí todos reunidos. Poco después el manager de Clapton entró y dijo: "Chicos, el tiempo está empeorando. Vamos a recoger y a marcharnos de aquí."


 

V
             
             
              La noche era oscura.

              Nos dirigimos a la salida, hacia la pista donde estaban aparcados los helicópteros que nos llevarían a Chicago. “Hace un tiempo de perros”, pensé, cuando alguien me agarró del brazo con fuerza. Me di la vuelta y pude ver al chico al que birlé el pase junto a dos vigilantes de seguridad  que me miraban con cara de pocos amigos. “¿Le importaría acompañarnos?”, fue todo lo que entendí.

               Stevie me miró, me dedicó una ancha sonrisa y se despidió estrechándome la mano: “Me pondré en contacto contigo. Hasta la vista, amigo Lewis”. Entonces se perdió entre la niebla.

              Yo me marché, esposadas las muñecas entre una lluvia torrencial que calaba hasta los huesos y un viento racheado que cortaba la piel como cuchillo. Hacía una noche muy desapacible y las nubes tenían pinta de ir a peor. Inmensos nubarrones cubrían todo el cielo.

              Ellos se metieron en las caravanas y partieron hacia los helicópteros. Había una densa niebla como pocas veces he visto. En la lejanía, mientras era conducido a un calabozo infecto,  pude ver las luces de los helicópteros mientras iban despegando. Me pareció que uno de ellos tomaba una dirección distinta a la de los otros. Que efectivamente fue así, lo supe más tarde.

              Después de largas explicaciones al jefe de seguridad, por fin me dejaron ir con el pasaporte en el bolsillo. Cuando llegué a la pensión estaba para el arrastre pero apenas si pude dormir. ¿Cómo podía conciliar el sueño? Las palabras de Stevie resonaban una y otra vez en mis oídos. Al fin cerré mis ojos cansados y tuve extraños sueños. Fantasías en mi mente que se niegan a sucumbir, que acorraladas resisten en la otra esquina del ring.
 


 
IV


              Por la mañana tomé un tren de vuelta a Milwaukee, la ciudad de los festivales. Mientras desayunaba con el proctor de mi curso, escuchamos en las noticias de la SABC que un helicóptero se había estrellado en una pista artificial de esquí, no encontrándose supervivientes. Una foto con la cara de Stevie Ray Vaughan llenó la pantalla  del monitor de televisión mientras el locutor informaba fríamente de su muerte. Por la tarde, en las noticias de las siete, pude ver a un Eric Clapton con los ojos enrojecidos, evitando a manotazos los micrófonos de los periodistas.

              Yo también lloré amargas lágrimas. Esa tarde agarré la guitarra con una tremenda ira y estuve tocando toda la noche canciones de rabia y canciones para Stevie, las canciones que a él le gustaba escuchar. ‘All Along the Wathctower’, por ejemplo. Tú sabes, hermano, que sigo emocionándome cada vez que tocamos la canción de Dylan. Después de una sentida ‘Life by the Drop’ me quedé dormido pensando en cómo sería el paraíso de los músicos.

              Te diré algo: sólo una cosa me consuela de la muerte de Stevie y no es no haber muerto con él. Stevie se fue al otro barrio después de una noche mágica en la que se entregó totalmente; se vació como hacía siempre. Hizo feliz a todo el mundo que se cruzó en su camino, firmó cada foto, cada autógrafo y siempre con humildad, bonhomía y una sonrisa, y esto es raro. Tal vez fuera un ángel, sí. Un ángel que se fue al otro barrio como un bluesman: sin lujos, sin riquezas, sus botas calzadas, su sombrero tejano bien colocado y, en este caso,... una camiseta de Hendrix enfundada como un guante en su torso. No se puede decir que se haya ido puesto que mucho ha quedado de él en nuestros corazones.

             

              Unos meses después me trasladé a Chicago, y en mi segunda noche en la ciudad del viento me acerqué al Legends, el club de Buddy Guy en la parte Sur, para ver a Ruth Brown, la gran dama. Allí, sentado en una mesa y hojeando la revista del club, para mi sorpresa encontré esta necrológica de la que te pongo un fragmento. Dice así:

TRIBUTO a STEVIE RAY VAUGHAN
Por Greg Razb

Greg Razb fue veterano de las bandas de James Cotton y Otis Rush. Ha tocado el bajo para Buddy Guy desde 1985. Tuvo ocasión de compartir escenarios con SRV muchas veces. Greg viajaba con Eric Clapton y el equipo de gira de éste la noche que Stevie murió.

[…]
     La muerte de SRV ha sido positiva en el sentido de que afectó a muchísima gente y les hizo sentirse unidos. Todo el mundo se sentía especialmente motivado por él. En mi vida he conocido a un montón de las llamadas grandes estrellas, pero Stevie era realmente raro. Su honradez y sinceridad y la bondad de su corazón siempre brillaron por encima de sus demás virtudes. Nunca menospreció a nadie. Hablaba con todo el mundo, firmaba cada autógrafo, cada foto y tenía un genuino carácter natural. Eso es raro. Lo triste es que necesitamos más gente como él para aprender de su ejemplo.

     A veces, últimamente, Buddy  toca solos donde mete cosas de Stevie. Es una cosa breve y subjetiva pero él se vuelve hacia mí y me hace un guiño como queriendo decir, "Sí, aquí está Stevie". Cuando se toca con sinceridad, el primer propósito de la música es inspirar al corazón, y eso es lo que Stevie consiguió.
Greg Razb

             
Bueno, hermano, un fuerte abrazo y hasta una próxima emisión. De momento esto es todo desde América, desde la América de Bob Dylan, de Muddy Waters, de John Fogerty y de Lou Reed.

  
                                                                            Lewis

P.D.: Qué extraño país éste donde hasta las nubes tienen forma de pistola. 




© Luis Romero, 1995, Valencia
 Relato publicado también en:
Libro de relatos cortos 'De Cielos y de Infiernos' por Lewis Romero (Marcados Con Fuego, 2007)


martes, 29 de marzo de 2011

BLUES ON-LINE: Revista CON ALMA DE BLUES Magazine, 1ª Edición. Argentina.





La comunidad bluesera argentina está de enhorabuena: en este mes de marzo asistimos al nacimiento de la revista on-line de Blues “CON ALMA DE BLUES Magazine”, editada desde Argentina y de difusión gratuita en Internet.

La administración corre a cargo de Agustín Roca y de Gustavo A. Zungri, con la participación destacada de la comunidad blusera Taringa.net

Como ellos dicen en su editorial:

“Con Alma de Blues Magazine nace con la idea de ser un servicio integral y práctico, a las nuevas generaciones de Bluseros, a aquellos que la distancia limita de buenos materiales e información, para todos los que abrazan un mismo sentir, para los que con su espíritu docente vuelcan toda su enseñanza a favor de todos. Por eso recorramos juntos esta linda aventura donde la estrella es el Blues, en todas sus variaciones y estilos.”


La revista, abierta a colaboraciones, cuenta entre sus contenidos con secciones como Disco del mes, DVD del mes, Shows, Discografía recomendada, User del mes o Anuncios clasificados, junto con interesantes artículos:

Artículos principales de esta edición:
• “Murió Gary Moore”
• “La guitarra en el Jump Blues” por Daniel Raffo.
• Blind Willie Johnson, “el ciego que nos enseñó a mirar”
• Polcastillo junto a Gato Azul

Staff permanente:
Gustavo A. Zungri
Agustín Roca

Colaboradores:
Kikofer
Marlon36
Rompiendorocas
Freddiearts
Mr_winter
Cadena_

Felicitamos y deseamos desde este blog una larga vida a CON ALMA DE BLUES Magazine y esperamos las siguientes ediciones de esta magnífica iniciativa que no dudamos se convertirá en referencia para la comunidad bluesera argentina.


Contacto:
rocaagustin@yahoo.com.ar