sábado, 1 de septiembre de 2012

LUNA AZUL, 31 Agosto 2012





Hace un rato, contemplando la luna azul con mis viejos prismáticos… Era fantástico. Su luz proyectaba sobre el pavimento la sombra del olivo y el viento de la noche agitaba suavemente las copas de los cipreses produciendo un arrullador murmullo que se confundía con el sonido de los grillos. El rebuzno de un asno en la lejanía rompía el bucólico conjunto haciendo que me olvidara por un instante de mi crónica melancolía. Era fantástico.  

Todo hubiera ido bien si no fuera porque la luna comenzó a crecer sobre mi cabeza haciéndose más y más grande, crecía como un inmenso y azulado globo aerostático, elevando su soledad sobre la mía, arrastrando nostalgias, penumbra de eclipses antiguos, huellas sobre sus cenizas; súbitamente, envuelta en luz cayó sobre la esfera celeste explotando en mil pedazos. Las sombras desaparecieron, los cipreses callaron, el burro permaneció mudo el resto de la noche. Desaparecí en la negrura y solo quedó en el cielo una estela blanca, como el rastro de humo que deja un reactor.