viernes, 6 de diciembre de 2013

MANDELA


“La educación es el arma más poderosa 
que puedes usar para cambiar el mundo.” Nelson Mandela.

Mandela… decir su nombre es como decir Libertad. Recuerdo cuando en el 80 Peter Gabriel cantaba “Biko”. Esa canción significó para muchos el despertar hacia lo que estaba sucediendo y al horror del apartheid. Recuerdo el tema “Sun City”, del guitarrista de Springsteen, Steve Van Zandt, el "Free Nelson Mandela" de The Specials, y claro, recuerdo el concierto homenaje de 1988 en Wembley que se pudo ver en TV para todo el mundo… pero todo esto lo cuenta mucho mejor Diego A. Manrique en su artículo de hoy.

Lo que no puedo evitar es recordar que mucho antes, cuando yo era un crío, fue mi padre el primero que me habló de Nelson Mandela. Mi padre, que en los años 70 había vivido en directo las revoluciones comunistas de Mozambique primero y Angola después, que pasó casi media vida navegando por las costas de Namibia y Sudáfrica, y que tuvo a muchos negros y afrikáans bajo su mando en las tripulaciones de sus barcos… Me contaba, con su acento gallego, que todos los hombres son iguales y que valen lo mismo, que en alta mar no hay apartheid que valga y me hablaba de la admiración que le producía la figura de Mandela. Me contaba que durante los años ochenta, desde Dúrban a Ciudad del Cabo, en las cocinas de los barcos, en los bares y tabernas de los muelles el tema de conversación, sea cual fuere, terminaba siempre en la figura de Nelson Mandela, que seguía encarcelado por aquel entonces. Libertad era la palabra más pronunciada.

Crecí admirando yo también al hombre que mi padre admiraba y me resultaba extraño que un hombre tan duro como él, un marino de la vieja escuela, saltara de su asiento y se emocionara –sin duda, no me lo contó todo- cuando, ya jubilado, veía aparecer en los telediarios el rostro de este hombre tranquilo, de este hombre marcado con fuego.

     Inolvidable, Mandela.


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