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Portada e-book (2011) |
Por esta razón, y por estar ya descatalogado, comparto por aquí el Capítulo 5, que describe el momento en que el Ángel despliega sus alas sobre la Humanidad.
***** ***** ***** ***** *****
CINCO
Preparad
los epitafios
y
poned la otra mejilla
Al
amanecer del tercer día el Ángel extendió sus alas.
Comienza a caminar por la ciudad vacía,
las mojadas calles de faroles mortecinos,
las silenciosas avenidas
donde todo no será sino ceniza.
Ya está saliendo el sol.
Se despierta la ciudad,
los pájaros, la gente… el día echa a rodar.
Corren los coches por las carreteras de vuelta al
trabajo
y mientras va Él mirando de soslayo
alguna vieja muralla derribada hace siglos.
Su negro abrigo le protege de la nieve de la mañana.
La mano izquierda ondeando libremente,
la derecha portando el arma en su negra funda,
el arma que Apolo envidió de Orfeo,
el arma que en otro tiempo
fue para disfrute de príncipes y reyes
pero que también mata fascistas.
En
esta ciudad donde ahora,
un
ángel de uñas afiladas
como
púas nacaradas,
esta
sentado en un banco de la plaza,
viendo
a la gente con prisa
perderse
en la distancia
con
destino a extrañas metas
por
infelicidad o por ignorancia.
Y
el Ángel no sabe fingir
pero
sabe poner cara de niño.
De
niño que juega a los indios.
Oscura
la noche
pero
limpia su mirada.
El
modo en que habla y camina
es
tal y como debe ser.
Es
un verdadero ángel
que
cobija bajo sus alas.
No
necesita la luz del sol
para
vencer al crisol,
a
las dos caras del crisol.
Dejará propina al banquero,
y
con el alba dará
su
tanto por ciento al lucero,
pero
con gasolina apagará los fuegos
que
prenderá su balada.
Y
puede que le encierren
en
una celda por una temporada.
A
los fuera de la ley,
a
los perseguidos proscritos,
mostrará
limpiamente sus cartas,
barajando
a vista de todos
los
bastos, las copas, los oros y las espadas.
Mas
luego pedirá algunas cuentas,
pedirá
cuentas cuando salga,
y
al taimado banquero obligará
a
que reparta las ganancias,
y
al policía a que muestre su placa.
Al
juez, a que incline la balanza.
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La Torre de La Vela, Alhambra de Granada [acuarela, Lewis Romero] |
Sus
cabellos son blancos como la nieve,
sus
ojos como dos llamas de fuego,
su
voz como voz de grandes aguas.
Mirando
al ancho cielo,
en
el centro de la plaza,
con
un cuello de botella
hace
sonar su guitarra,
estremeciendo
su alma de acero,
acero
oscuro, frío y cortante,
la
melodía pausada y lenta
clamando
al viento ululante
que
silbe una canción de rabia,
un
blues de ira y coraje
que
va ascendiendo deprisa
como
una suave brisa
en
la pálida mañana,
a
través de las cuestas del Sacromonte,
atravesando
rendijas y ventanas
batiendo
las puertas,
los
portales y las verjas,
los
más recónditos rincones.
Aire
fresco que diluya
el
humo negro de las fábricas.
“Cegando las chimeneas
las calderas quedan reventadas.”
canta
el Ángel para sus adentros.
* * *
![]() |
Torres Bermejas, Alhambra de Granada [carboncillo, Lewis Romero] |
Con
la gélida balada
se
produce el escalofrío,
saltan
los esqueletos,
los
diamantes se hacen añicos,
los
puentes desaparecen,
las
pasarelas se desploman.
Premiados
que devuelven sus premios,
generales
que venden el uniforme en el rastrillo,
las
duquesas,
las
rameras que visten al último grito,
mudas
de vergüenza
putrefactas
de vanidad,
a
implacables golpes de látigo
van
cayendo
y
cayendo,
princesas
y bufones de corte
ruedan
hasta el infierno.
Los
obispos perecen,
el
confesor del rey languidece,
cargos
electos, ministros
y
presidentes de gobierno
al
oscuro camino van huyendo
para
encontrarse con su destino.
Los
falsos brujos corriendo,
las
emperatrices gimiendo,
los
reyes dimitiendo,
los
panes se están cociendo
y
los peces en el congelador.
Y
los que manejan los hilos
de
los titiriteros,
heridos
de muerte caen,
y
caen como moscas,
como
escorpiones negros,
tarántulas
linchadas en su propia red
cayendo
como el péndulo,
van
cayendo
y
cayendo
al
fondo oscuro,
al
pozo negro del olvido,
cruzando
para siempre
la
frontera,
el
muro opaco,
cruzan
la oscura y negra linde
y
no vuelven jamás
del
otro lado del espejo.
“La cuerda se escurre
si tienes las manos
húmedas”,
canta el Ángel para sus adentros.
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Portada libro en papel (82 págs.) |
Me encanta, todo un artistazo.
ResponderEliminarPatti Olid (Sevilla)
Buen libro.
ResponderEliminarDoy fe, que tengo mi ejemplar desde que se editó.
Ramón Del Solo (Madrid).
¡Enhorabuena!
ResponderEliminarMoni Cash (Madrid).
Gracias, Moni!
Eliminar(Acabo de ver tu comentario, no sé por qué estaba en la carpeta de spam...)
Un saludo desde Sevilla!
Piropo: Dylan sobrevuela cada verso.
ResponderEliminarPiropo: Dylan sobrevuela cada verso.
ResponderEliminarHola, Miguel
EliminarRealmente, Dylan sobrevuela casi todo no sólo lo que escribo o lo que canto, sino también lo que hago, lo que pienso y lo que sueño...
Él tiene esa fuerza.
Un abrazo
Hola, Miguel
ResponderEliminarRealmente, Dylan sobrevuela casi todo no sólo lo que escribo o lo que canto, sino también lo que hago, lo que pienso y lo que sueño...
Él tiene esa fuerza.
Un abrazo