CARTAS DEL MÁS ALLÁ (2011, © Lewis
Romero), comprende siete relatos
cortos protagonizados por un mismo personaje, el periodista musical por todo
nombre ‘L.’, que se puede interpretar como mi alter ego en esta serie de
relatos. L. vino al mundo con un poder especial: músico de blues, L. es como un brujo, un extraño
brujo capaz de convocar a La Muerte, a La Dama de Negro, de mil y una formas
diferentes, no sólo cantando blues, lo que hace habitualmente, sino convocando a los elementos para, a modo de quijote justiciero, ajustar
las cuentas en la tierra a todos aquellos que debido a sus actos de maldad han
perdido ya su lugar en el cielo.
Este ‘La travesía del “Charlize”, de temática náutica o marinera, es el primero
de los siete relatos de dicho cuaderno, o libro.
Está dedicado a todos esos “amigos”, o conocidos, o hermanos,
o familia, a todos los que nos traicionan, a aquellos que nos clavan a conciencia el puñal afilado
por la espalda y retuercen adentro para hacer trizas.
La Travesía del “Charlize”
Dedicado a esos… amigos
Dufour 520 GL |
Estimado amigo:
Sabes
que te tengo aprecio y ayer no quise menospreciar tus conocimientos
cartográficos ni dejarte en pelotas ante tanta gente. Por algo ganaste la
cátedra tan joven en aquella oposición tan competida en la que sólo hubo un
aspirante al título. Discúlpame si cometí tamaña torpeza. Lamento haber
refutado tus argumentos con semejante vehemencia pero… soy así.
Mas
ahora, amigo, olvídate del más espantoso de los ridículos que puede hacer un
catedrático en Cartografía - justo el que hiciste ayer frente a las más de
quinientas personas entre profesores, alumnos y periodistas que poblaban el
salón de grados de la Universidad de Sevilla. Ya te dije que anunciar un
descubrimiento de tal magnitud sin las necesarias prebendas investigatorias podría
causar importante revuelo en el mundo académico, y tarde o temprano en el
político y hasta en el religioso.
Pero tú, me decías el día anterior, ibas a entrar en la Historia. Claro, hombre, claro, si vas a pasar a la historia, de eso no te quepa la menor duda, amigo. Vuelvo a pedirte disculpas por la comprometida pregunta que te disparé a quemarropa. Yo sólo quería que nos ilustraras a todos con tu presciencia de buen cartógrafo e insigne investigador del método cortar y pegar. No quieras leer la reseña que le acabo de pasar a la sección de Ciencia del periódico.
Olvida por un momento todo el follón que se organizó,
decía, e imagina que tu antiguo y rubio amor de vacaciones, a la que en el pasado, cuando éramos más jóvenes,
hiciste tanto daño como para sufrir una eternidad, imagina que vuelve este
verano al marinero pueblo de Barbate donde
pasabas los veranos y una vez ella te amó y tú le pagaste con el más amargo de
los besos: el beso de Judas.
Puerto Deportivo de Barbate (Cádiz) |
Imagina: tú estás allí este fin de semana y te la encuentras
de repente. Cayendo la tarde la ves caminar sola. Ella está cabizbaja, con los
hombros caídos, ensimismada en el rumor de las olas. “¡Qué buena está, la
cabrona!”, mascullas para tus adentros como un repugnante sátiro, lo que
siempre has sido y todavía eres.
En el
malecón alguien extraño la mira de reojo mientras ella pasea distraída por el sombrío
paseo marítimo. Súbitamente, ella levanta su azul mirada… Él la ha visto pero
ella parece no alterarse un ápice y sigue paseando frente al mar que cruza el
Estrecho. Sin embargo, está inquieta y algo muy dentro le resuena una y otra
vez y le hace temblar el pulso. El sol se
oculta en el horizonte y el último rayo verde destella sobre los dorados rizos
de su pelo rubio, mientras el viento de Levante vacía su última racha del
día sobre el turbulento atardecer.
Bueno…, doctor, catedrático, ¿te vas situando ya?
Vale.
El caso es que ella, después de los efusivos saludos, se refugia en tus brazos
– inquieta un tanto por la extraña visión anterior, el hombre invisible - y acepta tu invitación a cenar unas gambas a
la plancha en uno de esos restaurantes lujosos del puerto que tú y yo
conocemos y que tanto gustan entre los que son como tú: unos snobs acomodados e
ignorantes.
Naturalmente, le das las gracias a la estampa de
San Martín de Porres que siempre veo en tu cartera las pocas veces que la sacas
del bolsillo para invitar a una birra a tus amigos. Qué le vamos a hacer,
deberías también pasar por el martirio de Porres, ibas a ver cómo sacabas entonces la
cartera. De todos es sabido que, como tú mismo dices, “hay que ser un buen
católico y un cabrón de los mejores para sobrevivir entre tanto gitano y negro
apestoso que nos invade”. Racista no es la palabra con la que definiría tu
filosofía, querido amigo. De ahí que también seas un poco cicatero con el
dinero, salvo las pocas monedas que con una falsa sonrisa depositas y posas con
una sonrisa cada domingo en el cepillo de la iglesia. Eres también un hipócrita
de los mejores que he visto.
Decía, que se me va el carrete y me pierdo, que das
las gracias al santo que te ampara de que te partan la cara a diario, por haberte
regalado, a ti, precisamente a ti, una noche como ésa, con tu enamorada al lado,
evocando amores pasados, así que ni corto ni perezoso la llevas al hotel. Eres
un tío afortunado, sí. Pero tú, amigo mío, tú quieres más.
Como comentaste anoche, el motivo de tu estancia en
Barbate es que tu colega de la Universidad, el que te apañó la cátedra -a ti y
a tantos otros ignorantes de departamento que habitan las universidades- ese
adalid del conocimiento inverso que conduce una motocicleta Honda para llegar al
Departamento que está a dos manzanas de su casa, tiene su nuevo velero amarrado
en un pantalán del Puerto Deportivo de Barbate. Y, qué casualidad, te lo ha
prestado durante precisamente este fin de semana. Su precioso “Charlize”, en
homenaje a la rubia actriz australiana, que digo yo que qué culpa tiene esta bella
señora de gustar a imbéciles redomados como vosotros. Y digo también, de paso,
que todo esto no lo sabrá la santa de tu mujer ¿no, amigo? Ay, que me parece
que eres un pirata de los buenos, sí, un piratilla pata de palo, pero como
pirata de verdad eres muy, muy malo.
No durarías mucho como tripulación del bueno de
Flint. Con el garfio te arrancaría los huevos de cuajo y luego rellenaría tu
sucia boca con ellos, o lo que se hace con cobardes chivatos como tú en el
ejército... ¿Tu padre no era coronel…? Pues eso es lo menos que hacen los piratas con
los traidores. Y luego, al palo mayor colgado boca abajo, después un par de lentas
pasadas por la quilla y a servir de pasto, de carnaza, a los tiburones y marrajos,
que ávidos de carne tierna devorarían tus redondas lorzas hasta los huesos.
Capitán Flint |
“El puerto deportivo de Barbate en esta época está
lleno de tías buenas”.
Esto fue lo que nos comentaste ayer entre la nube
de gin-tonics. Menos mal, por cierto,
que tienes buenos amigos que te llevan a casa cuando estás borracho aunque
les vomites en los asientos del coche nuevo. Sí, me lo ha dicho el bueno de
Ramírez esta mañana, sí. Vaya faena. Le has hecho polvo la tapicería del coche
nuevo. Yo me he descojonado directamente cuando me lo contaba con la voz tomada
y aguda carraspera. Se lo tiene merecido. Aunque él no tiene nada que ver
contigo. Es un poco conservador en algunos temas, sí, pero es ancho de corazón y
amigo de sus amigos, algo que desconocéis los tipos como tú, fascista de
mierda.
Y, por ende, criticas el sonido del estéreo de mi Citroën 2CV cada vez que te pongo ragtime y blues de los años veinte y treinta. No tienes ni pajolera idea de música. Para charlar mientras alternas te has leído algún libro, sí, pero confundes a John Lennon con Annie Lennox y a Ray Charles con José Feliciano.
Citroën 2CV Charleston |
Y además te ríes de mi trabajo. Gacetillero muerto
de hambre y gavilán nocturno me llamas. Vaya,
habló un tío trabajador… todavía recordamos los amigos cuando nos anunciaste,
cuando te pusiste tan serio para decirnos solemnemente que ibas a ausentarte
dos semanas de nuestras tertulias porque tenías que trabajar, mañana y tarde,
ocho horas completas en tu Departamento de la Universidad de Sevilla. Fue duro
¿verdad? Eso tuvo que ser muy duro para ti. No creo que tengas ni remota idea
del tiempo que dedica un periodista musical –o cualquier otro afortunado
trabajador que ame lo que hace– a su trabajo y a su pasión, amigo.
Al asunto que nos trae:
¡No puedes desaprovechar esta oportunidad que te ha regalado el destino! Rápidamente, después de cenar, la invitas a navegar al día siguiente por el azul océano, el Océano del Estrecho de Gibraltar, la oscura frontera de antaño que atravesaron con sus naves, velas henchidas al viento de Poniente, los intrépidos y misteriosos túrdulos.
Ella está encantada, aunque, juiciosa mujer
marinera, te pregunta si has llevado alguna vez en tu vida un barco de 52 pies.
Ahí la coges por banda, le torturas sus lindos oídos y le cortas a la inocente víctima
toda la cena anterior, narrándole tus “aventuras” por el estrecho. El “rey” del
estrecho te llaman. Eso cuentas a tus amigos más imberbes e inocentes. Chico,
para tener sólo el P.E.R. y no haber salido del Mare Nostrum te das muchos
humos, tantos que igual un día el viejo Bóreas divisa a lo lejos tus señales de humo. Reza todo lo que sepas,
entonces.
El rapto de Orinia (Giovanni Batista) |
Bien, por la mañana luce un día despejado y el meteo anuncia una
previsión de viento componente N fuerza 6, escala Beaufort. Pongamos el viento
constante de intensidad 25 nudos, para redondear ¿vale?, fresco, y no
complicarnos demasiado en cálculos que ahora no vienen al caso. El resultado
viene a ser el mismo.
Echas una mirada inquisitiva al cielo, buena pose
ante la chica, amigo, pero esa mirada debería ser abrazada por la experiencia
de muchas horas de navegación en solitario, exactamente las mismas de las que tú
careces. Echas otra mirada a tu enamorada, y te dices que no quieres dejar
escapar la ocasión, y quieres impresionarla. Quieres fornicártela otra vez, qué
cojones. Al fin y al cabo sólo han pasado siete cortos años.
Dogo y Los Mercenarios - 1988 - Siete Cortos Años [SG Promo] |
Da igual que seas el único en salir del puerto esa
mañana. Da igual que el radiotelegrafista y hasta el guarda del puerto te den
un aviso para navegantes. Le dices a la rubia que suelte cabos – eso no se
olvida nunca, piensa ella - y le
prometes un día de navegación que no olvidará jamás. Seguramente será así,
amigo. Dicharachero, le preguntas si conoce Marruecos y si ha contemplado
alguna vez el cabo Espartel desde el océano – justo lo que yo hice
contigo hace veinte años ¿recuerdas? Ella responde que no, y moviendo la cabeza
sin decir palabra, inmersa en sus pensamientos, te dedica una mirada azul zafiro
que te mata, sus ojos azules como el océano te desnudan.
A las
10:00 a.m. el viento es fuerza 3. Arrancas el motor, quitas las defensas,
golpeas tres veces la campana, y sales sin prisa por la bocana del puerto
escuchando Sherezade. Así lo haría yo
de ser tan inconsciente como tú, al menos, dado el temporal que se puede
avecinar y mirando alrededor para darme cuenta de que soy el único barco en
zarpar esa mañana. ¿Tan imbécil y tan osado eres, amigo? “A veces, sí”, me
dijiste no hace mucho cuando te recordé aquella vez que nos caímos en moto, en
tu moto. De paquete no monto más contigo ni aunque me vaya la vida en ello y precisamente
por eso.
Dejáis atrás la marina. Apagas el motor, aproas tranquilamente
el velero, cargas génova y mayor y pones rumbo GPS a aquel amarre de marineros
que yo te mostré, situado justo bajo el cabo Espartel, al suroeste del faro. Recordarás
el amable marroquí con pinta de beduino del desierto, turbante azul incluído,
que allí mismo nos apartó y alquiló los camellos o dromedarios. Bueno… allá vais
navegando felices con el viento, el aire en movimiento, y el hombre invisible a
vuestra espalda.
Faro de Cabo Espartel (Tánger) |
De repente te pareció ver algo a popa del barco, a
una media milla marina. Todo iba bien hasta ese momento, pero, canalla destino
el tuyo, amigo, no digas que no te avisé:
La electrónica del barco falla y todo, absolutamente todo, se ha ido al carajo: adiós GPS, adiós sonda, radar, sonar, etc.,... Ocurre, ocurre, ocurre a veces. Basta un pequeño cortocircuito. Y la radio sigue sin funcionar - como ya te sucedió el año pasado, cuando quisiste que navegásemos juntos como en los viejos tiempos. Hubiera sido bonito si no fuera porque tu intención era refregarme por los ojos tu yate nuevo, a mí, que con el Hobie Cat tengo de sobra para en solitario hacerlo volcar y luego adrizarlo todas las veces que me dé la gana. Por eso me compré el saco de agua de 30 kg y la boya para la punta del mástil mientras tú te descojonabas en mi cara preguntándome para qué servían en plena tienda, con la media sonrisa del vendedor incluída. Seguro que ni te fijaste como sonreímos ambos ante tu desparpajo marinero.
La electrónica del barco falla y todo, absolutamente todo, se ha ido al carajo: adiós GPS, adiós sonda, radar, sonar, etc.,... Ocurre, ocurre, ocurre a veces. Basta un pequeño cortocircuito. Y la radio sigue sin funcionar - como ya te sucedió el año pasado, cuando quisiste que navegásemos juntos como en los viejos tiempos. Hubiera sido bonito si no fuera porque tu intención era refregarme por los ojos tu yate nuevo, a mí, que con el Hobie Cat tengo de sobra para en solitario hacerlo volcar y luego adrizarlo todas las veces que me dé la gana. Por eso me compré el saco de agua de 30 kg y la boya para la punta del mástil mientras tú te descojonabas en mi cara preguntándome para qué servían en plena tienda, con la media sonrisa del vendedor incluída. Seguro que ni te fijaste como sonreímos ambos ante tu desparpajo marinero.
Y te lo
advertí: si dejas tu barco en barbecho todo el invierno hazle una revisión el
primer día que lo cojas en vacaciones, hombre, que luego pasan las llamadas desgracias.
La mar es mala mujer, sí, pero el hombre como tú es mal, mal, malísimo
marinero. Y no merece vivir si con su soberbia arrastra a otros al naufragio
seguro. Conocerás la historia sobre mi padre y su naufragio que se cuenta aún en
las pescaderías de la zona de Huelva y sus playas. Sí, su naufragio también fue
en el Estrecho.
Aquel día del año pasado que navegamos juntos, te
salvé por segunda vez la vida. Pero eso ya lo discutimos ayer después del
fiasco de la conferencia y casi me acabas pegando una hostia. Da gracias a Ramírez
y a Javi y a sus motos, que me contuvieron porque te habría hecho una cara
nueva allí mismo, imbécil.
Sin
electrónica a bordo, es precisamente cuando el viento comienza a arreciar. Y
arrecia fuerte, como decía la previsión del meteo. Deberías saberlo ya que casi
siempre ocurre así y no es la ley de Murphy, es la ley del mar. La que conocen
los buenos patrones y marineros... y donde manda patrón…
Y aquí, amigo mío, empiezan los problemas, pero los problemas de verdad, colega:
La angustia en la garganta, las preguntas vitales y las dudas y la ausencia de
respuestas; cuando las dudas surgen las respuestas se evaporan sin más, ¿no lo sabías?
Los temblores de piernas y el sudor frío; el corazón batiendo desesperado, las pulsaciones que te golpean las sienes a cada latido, y cada latido más rápido que el anterior, y ves el viento que arrecia aún más, la espuma salpicando las velas que se rasgan en jirones haciendo un ruido de telar destrozado, el mástil estremeciéndote con su rugido de animal herido; el escalofrío..., ese escalofrío de pies a cabeza que te paraliza, te sonroja la cara de soberbio hijo de puta; la boca seca, sin saliva que tragar y la sangre que no te llega a las yemas de los dedos; la frente que es toda tu redonda cabeza calva está pálida como la cara de los condenados por la Dama oscura, la muerte cabalgando sobre olas inmensas para tu barquito, para tu frágil cascarón de nuez.
Y te muerdes las uñas y después te muerdes los dedos; se relajan tus esfínteres, te meas en los pantalones de pinzas y tus azules zapatos náuticos se manchan de mierda líquida y sanguinolenta.
Los temblores de piernas y el sudor frío; el corazón batiendo desesperado, las pulsaciones que te golpean las sienes a cada latido, y cada latido más rápido que el anterior, y ves el viento que arrecia aún más, la espuma salpicando las velas que se rasgan en jirones haciendo un ruido de telar destrozado, el mástil estremeciéndote con su rugido de animal herido; el escalofrío..., ese escalofrío de pies a cabeza que te paraliza, te sonroja la cara de soberbio hijo de puta; la boca seca, sin saliva que tragar y la sangre que no te llega a las yemas de los dedos; la frente que es toda tu redonda cabeza calva está pálida como la cara de los condenados por la Dama oscura, la muerte cabalgando sobre olas inmensas para tu barquito, para tu frágil cascarón de nuez.
Y te muerdes las uñas y después te muerdes los dedos; se relajan tus esfínteres, te meas en los pantalones de pinzas y tus azules zapatos náuticos se manchan de mierda líquida y sanguinolenta.
La vidriosa mirada perdida en el oscuro horizonte; la
proa que se clava en cada pantocazo, que crees no va a salir nunca del
proceloso océano; los candeleros desprendidos como si fueran alfileres que sujetan los reventados costados del buque; las olas saltando sobre la cubierta de teka, el barco
que cruje, que se rompe en mil pedazos por la línea de crujía; la línea de vida que podría haber ayudado a salvarte quedó olvidada y mal arrumbada en tu trastero del puerto.
Y tus sollozos plañideros de doncella virgen en el océano que no sirven para nada en este momento en el que estás ahora, temblando de miedo ante los ojos del viejo alado encanecido.
Y tus sollozos plañideros de doncella virgen en el océano que no sirven para nada en este momento en el que estás ahora, temblando de miedo ante los ojos del viejo alado encanecido.
Cuestiones
a resolver en este crucial momento:
1º) ¿Cómo te despides de tu enamorada que ha puesto su preciosa vida en tus manos,
no lo olvides, esa fúnebre mañana?
2º) Una pregunta náutica: ¿a qué hora hubierais llegado a cabo Espartel
con ese viento teórico? Esto es sólo una pregunta teórica. No consideres las
corrientes. Da igual. Ni tampoco consideres el abatimiento del barco. Sólo el
tuyo, amigo.
NOTA: Como es un problemita muy fácil, me envías al periódico sólo el
resultado, por favor. Basta el resultado lógico, amigo. Con una nota, una nota necrológica,
me basta.
¿Lo tienes todo ya? ¿Sí?
No tardes un millón de años en responder ¿eh?
Suerte.
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Epílogo (o postdata):
Podrías haberle regalado un ramo de rosas y pedir perdón por el daño que causaste en el pasado, y no os hubiera pasado nada, hombre. Además, así quedas como un caballero por una vez, insensato, que no se mete uno a la mar con esas dudas en el horizonte. Bastante tenemos con nuestro propio mar interior lleno, repleto, de dudas.
Un abrazo para ti y un beso que te envían tu viuda y los niños.
Estaré pendiente de ellos. Los inocentes no tienen culpa de nada.
Y no te preocupes hombre, que ya has pasado a la historia.
Buena suerte en tu travesía, amigo, compañero del alma, compañero.
Por cierto… por si allá abajo te lo preguntas…
Ella se salvó, y sigue tan guapa como siempre.
Se casó con un cantante y son la mar de felices.
Pasan los domingos navegando por el Estrecho
y dando de comer sushi a las ballenas.
Tu amigo L.
© Luis Romero, 2011
Relato inédito, (sobre unas notas y un relato inacabado de 2001-2002)
Pirata cojo
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Sacar velas sin motor (de Pirata cojo)
________________________________________
Saludos y ronda para l@s presentes.
Cómo se hace si, se para el motor con las velas arriadas…
La circunstancia era de marejada, y un garbí que estaba sobrepasando en rachas los 25 nudos.
Yo no supe sacar la mayor, solo alcancé a sacar un trozo de génova para que el barco no quedara a la deriva.
Esta es la duda, ¿cómo diantres se hace?
Ronda para los que aporten ideas.
Salud y buena proa.
El de arriba es una pregunta importante leída en un foro náutico catalán abierto hace años.
ResponderEliminarLa respuesta, al menos la que yo aporté, como siempre, está en el viento.