martes, 21 de agosto de 2012

Honkytonk Man (1982) Clint Eastwood




Treinta años de esta maravillosa película.

Recuerdo que la vi por vez primera en un cine de verano. Era el único cine que había en mi playa y siempre andábamos haciendo el ganso y canturreando por allí. Frente al cine había un bar donde temprano en la mañana los pescadores se desayunaban una copa de aguardiente después de un café negro sin azúcar y se iban a la faena diaria, esa en la que no existían los días de fiesta.

En ese mismo bar, a mediodía, servían las mejores gambas blancas con cerveza fría que recuerdo haber probado en mi vida, y en las mesas, ya por la tarde, los mayores jugaban al dominó o al tute después de la siesta. Al llegar la noche, y tras la hora de la cena, el bar también servía cuba libres a buen precio para todo aquel que quisiera degustar la ginebra Lirios y el güisqui DYC de 8 años.
El hijo de Antonio, el dueño, cambiaba entonces la cinta de Camarón - o de las Grecas - que sonaba en el radiocassette situado en el otro lado de la barra, junto a la máquina de café, y la sustituía por la cassette del 'Rock & Ríos' o las del 'Made in Japan'..., y así el buen ambiente duraba hasta bien entrada la madrugada.

Muchas noches terminábamos en la playa al son de armónica y una guitarra, o de dos, esperando libres y confiados en ver al amanecer el sol alzarse de nuevo sobre el horizonte de la playa. 

¿Nostálgicos recuerdos de adolescente…?
Años más tarde, el ayuntamiento decidió cerrar el cine de verano y, en el mismo solar, un amigo del alcalde construyó un edificio de ocho plantas de apartamentos de esos de “a 100 metros de la playa”. En los bajos del edificio se instalaron varias franquicias de empresas inmobiliarias para alquilar y vender, un kiosco de periódicos y alguna heladería. Hoy, el alcalde ya murió, las inmobiliarias echaron el cierre hace tiempo, los apartamentos están abandonados y desiertos, el edificio se encuentra en mal estado esperando una sentencia del juez, los periódicos se los ha llevado el viento y los helados sin vender se pudrirán.

Solamente queda algo que no ha perecido de todo aquello: el bar de Antonio y las películas, las benditas películas.


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