lunes, 16 de octubre de 2017

Arde GALICIA




Hoy, este 16 de octubre, día de mi cumpleaños, lo recordaré  amargamente, con lágrimas en los ojos y dolor en el corazón.

Estoy muy, muy triste por GALICIA, la tierra de mi padre, mi tierra también.
Tengo mucha familia allí, bastante repartida, sobre todo por Coruña, también por Pontevedra, Vigo… Anoche hablé con algunos familiares, esta mañana con otros, todos están bien pero están destrozados viendo cómo arden sus aldeas y sus montes. Están destrozados e indignados, como lo estamos todos. Ayer, una de mis primas me contaba cuando volvían de pasar el día en Puerto del Son (Coruña) que los incendios no habían llegado hasta allí en esta ocasión pero sí durante el verano y que estaban padeciendo la mayor sequía de los últimos años.

El Son está a no muchos kilómetros de Portosín, el pueblecito donde nació meu pai, un pueblo de pescadores rodeado de leiras de maíz que suben por empinados senderos hasta donde crecen los eucaliptos y los pinos gallegos de los montes cercanos a la Sierra de Barbanza; también allí nacieron mis tíos y tías, una familia de once hermanos. Una familia grande. Algunos emigraron a América latina, otros a Suiza… los gallegos son hospitalarios y muy trabajadores. Mi padre bajó al sur, a Huelva, buscando su destino y su futuro en la pesca; algunos regresaron,  otros no se fueron nunca, se quedaron en su tierra, la tierra verde y fértil que siempre fue desde los primeros asentamientos celtas en la Edad de Hierro. Recuerdo cuando subí al Monte Pindo por vez primera o cuando siendo más joven contemplé el agreste mar desde la elevada ciudadela celta del Castro de Barona, muy cerca de la casa de mis abuelos, una gran casa hecha de piedra, típica gallega con un gran hórreo y tierra de cultivo, desde donde se contempla el puerto de Portosín a la orilla de la ría de Muros y Noya… recuerdos que no puedo evitar cuando escribo estas líneas.

Me horroriza pensar que habrá mañana muchas casas gallegas, muchos montes, desde  donde lo único que se pueda contemplar es la tierra calcinada  que ha dejado el fuego y sentir en el aire el infame olor a monte quemado. ¿Se puede ser más infame que un pirómano?

Tengo ahora el corazón en Galicia…, y me gustaría estar allí, con una vela encendida al viento, de pie, junto al hórreo de la casa de mis abuelos, donde nació mi padre.