lunes, 14 de marzo de 2011

El MÁS ALLÁ: comentarios y alguna paranoia




En un instante pasaremos por el umbral del mundo 
a una región... llamadla como queráis: negación del 
lenguaje, desierto, muerte o quizá más simple:
el silencio del amor

Vladimir Nabokov



     Esta mañana he despertado después de haber tenido un turbador sueño divergente. Si en el pensamiento convergente casi siempre se llega a una conclusión o respuesta, considerada única, y el pensamiento tiene que canalizarse en dirección de esa respuesta, en el pensamiento divergente se busca mucho alrededor o se dispara en muchas direcciones, caracterizándose por no estar tan enfocado a una meta. En mi sueño disparaba balas de fogueo en varias direcciones, como suelo también hacer en la realidad, donde, sin saber aún cuál es el don que me entregaron los dioses en la cuna, sigo estancado en mi propia ciénaga sin conocer meta alguna más que la muerte. 

     Sin duda, la fluidez de ideas de mi inconsciente es mucho mayor que la de mi consciente.  Durante un instante, al despertar, he pensado que había tenido una revelación divina que me hacía conocedor de mis posibles talentos. De una parte de ellos, solamente. La que se refiere a cómo malgastarlos en medio de una infinita abulia. Es de agradecer que se nos haya concedido el poder de elegir entre tantas maneras de hundirnos. En cambio, seguimos sin tener boleto para el tronco solitario que flota en el océano de las dudas y los miedos.

     Son las siete y comienza a amanecer. Preparo una taza de hirviente café y enciendo el portátil. También enciendo un cigarrillo mientras leo las noticias del día. Hoy, como otros días, desayuno con la muerte en primera página: Japón arrasado, alarma nuclear, un volcán en erupción, tsunamis por doquier: muerte; la ONU, revueltas árabes, rebeldes cargando antiaéreas, terrorismo suicida: muerte; nacional: fraude empresarial en Andalucía, ETA desarticulada, el 11-M: MUERTE; y finalmente, en la sección deportiva Mourinho que huye del fútbol. Yo también huiría, pero del mundo.

Música. En la calle llueve. Oigo las gotas contra la persiana marrón. La subo del todo y abro la ventana con vistas a un muro enmohecido y cubierto de verdín. Mejor me voy a la terraza. Fumo el segundo cigarrillo de la mañana mientras observo desde un tercer piso a la gente con prisa.

Música. La primera melodía de este día desolado. Anoche, antes de cerrar los ojos, terminé de leer las Memorias del compositor francés Hector Berlioz, en las que escribía acerca de la agonía de sus frecuentes episodios depresivos, el más “terrible de los males de la existencia”[i]:

Es difícil expresar con palabras lo que sufrí, el anhelo que parecía estar arrancándome el corazón desde las raíces, la espantosa sensación de estar solo en un universo vacío, el asco de la vida, la imposibilidad de morir […] Para cualquiera que esté poseído por este tipo de melancolía, nada tiene significado, la destrucción del mundo apenas le afectaría. Cuando me acometen estos sentimientos desearía que la tierra fuera una granada rellena de pólvora, a la que acercaría una cerilla para divertirme.

Había dejado de componer cuando escribió lo anterior. “Yo también he dejado de componer”, pensé automáticamente anoche mientras me vencía el sopor del sueño. En las últimas semanas he escuchado su obra tratando de comprender. Desde sus composiciones menos conocidas a la Sinfonía Fantástica, pasando por su Grande messe des mort (Gran misa de muertos), con el texto propio de la misa de difuntos católica, conocida como el Réquiem de Berlioz. En una palabra, la muerte, otra vez. 


Mi mente divaga contemplando el alba. Tal es mi estado de ánimo que un bostezo es todo el resultado. Sobre la mesilla hay varios libritos de poesía andalusí, un cenicero con una colilla y una pitillera de hojalata en la que alguien grabó la inscripción: “Suerte, Luis. 16-10-1984”, mi vigésimo cumpleaños. En el suelo, al pie de la cama, hay otra media docena de libros desperdigados sobre la alfombra: Bob Dylan: Letras; Los Beatles: Canciones ilustradas; Robert Graves, Fernando Savater, Quevedo, una biografía de Gary Cooper y The Story of the Blues de Paul Oliver reposan plácida y desordenadamente junto a las Memoires de Berlioz. Estiro el brazo y alcanzo a Quevedo. Abro al azar el libro y leo un poco. 

No creo en las casualidades, pero esta inocente lotería ha recaído hoy sobre uno de los más bellos sonetos de amor y muerte jamás escritos en lengua española[ii]:

"Amor constante más allá de la muerte"

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

Mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido:

Su cuerpo dejará no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
                          
FRANCISCO DE QUEVEDO (1580-1645)
Retrato de Francisco de Quevedo, atribuido a Juan van der Hamen o Velázquez


Recuerdo los comentarios de texto del colegio sobre este soneto. En catorce versos Quevedo condensa parte de la mitología griega sobre el más allá: tras la muerte el alma se separa del cuerpo y tiene que atravesar la laguna Estigia, conducida a bordo de la barca de Caronte, el barquero. La ley impone que al atravesar la laguna el alma tiene que dejar todos sus recuerdos en la ribera de la que se parte, de modo que cuando se llega al destino final, los infiernos, ningún recuerdo le quede a esa alma. Pero el amor del poeta es tan intenso que está dispuesto a desafiar la ley de los infiernos. El poema describe un amor de tal profundidad que resulta inolvidable incluso después de la muerte, y es tal la intensidad de ese amor que no solo daba sentido a la vida del poeta, sino que también da sentido a su muerte: "polvo serán, mas polvo enamorado".

La lectura del soneto y mi temperamento ciclotímico me llevan a tomar del estante Los Sueños. Voy directo a El sueño de la muerte. En él, Quevedo es guiado por la Muerte en un paseo por el Infierno. Cuando ve a La Dama, la describe así[iii]:

En esto entró una que parecía mujer, muy galana y llena de coronas, cetros, hoces, abarcas, chapines, tiaras, caperuzas, mitras, monteras, brocados, pellejos, seda, oro, garrotes, diamantes, serones, perlas y guijarros. Un ojo abierto y otro cerrado, vestida y desnuda de todas colores; por el un lado era moza y por el otro era vieja; unas veces venía despacio y otras aprisa; parecía que estaba lejos y estaba cerca, y cuando pensé que empezaba a entrar estaba ya a mi cabecera.


La dualidad en la descripción de esta visión es certera. Tenemos ambos impulsos, el impulso de vivir y crecer y el impulso de morir. La Dualidad es la muerte. El universo es un universo recto. Lo real es recto – “con sus ángulos rectos y sus leyes” si se quiere. El planeta es un planeta. No hay dualidad en él. Los animales son animales rectos. Sólo en la humanidad se puede encontrar dualidad.


 Nuestra Leal Compañera

inspirada en la dualidad descrita por Oscar Wilde
en su única novela El retrato de Dorian Gray.


Música. La primera melodía de este desolador día. Es imposible detener la conversación con la muerte. Mi hemisferio cerebral derecho me conduce inexorablemente a El Más Allá pero no encuentro el single... ah, aquí está, detrás de los CD’s de Doctor Divago, o sea, en buena compañía. Veo al Ángel practicar el pugilato con su invisible sombra. Quizás debería ya haber pasado a la acción. 

[...]

MÚSICA. Después de escuchar el 'Sueño' de Recuerdos de La Alhambra, deposito el single con cuidado en la unidad de disco del portátil y lo reproduzco. Es temprano, las ocho y media y me gusta alto de decibelios: mis viejos y fieles AKG 141M. 

No tengo ni idea de cuántas veces habré reproducido esta canción. en estos últimos meses. Tal vez más de mil. Y la habré cantado un par de cientos. Fue muy agradecido estudiarla, sacar la secuencia de acordes y tocar la melodía. Estudiarla en su conjunto, la música y la letra. La letra. “Qué buena letra”, susurro en voz baja.
 

 El Más Allá  
(transcripción y comentario armónico, haz click sobre el título)    

Letra y música: José Ignacio Lapido
Publicada en De Sombras y Sueños (Pentatonia Record, 2010)  

Ronda un gato persa por mis sueños
hablándome de muerte y de amor
me ve como a ese viejo príncipe del dolor
al que el tiempo convirtió en piedra el corazón

En la planta decimotercera
se coló el diablo en mi ascensor
No supe quién era hasta que me habló
con esa extraña melodía de su voz
“Cuando tú quieras yo te puedo desvelar
Lo que te espera en el Más…
En el Más… Allá.”

Hay un hombre bueno en el camino
que me ofrece vino y conversación
Alguien le habrá dicho que voy sin dirección
y que llevo varios siglos perdido
“A ver amigo, ¿cuándo vas a madurar?
Estás hundido y no ves más…
No ves más… allá…aah

Hazle caso al Perro Asirio y pon mucha atención
Porque el Cielo manda avisos en forma de delirios
Pero a veces tienen forma de canción
Y nunca se sabe cuando te puede llegar
Algún mensaje desde el Más…
…desde El Más…  Allá       …desde El Más Allá      
…desde El Más Allá       …desde El Más Allá

La escucho, la tarareo, la canto, la disfruto y me pongo a escribir impulsado por quién sabe qué implacable demonio interior:

1.       Gato persa. Significado de los sueños.






Si en un sueño aparece un gato puede significar muchas cosas. Además de la temática y el desarrollo del sueño, depende sobre todo del sentimiento hacia los gatos de la persona que sueña y de la emoción que le produjera en el sueño esa aparición.

El gato como símbolo representa la independencia, la compañía y la resistencia, principalmente. Además puede simbolizar el bajo mundo, lo misterioso y lo desconocido. La independencia y autosuficiencia son rasgos esenciales de su carácter. Ellos son dueños de su propio dominio. Además, todos sabemos que se asean y limpian a sí mismos, con toda su carga simbólica.

También puede significar el deseo de compañía íntima o compañía femenina. El gato persa simboliza además una posición de status social, de lujo y de riquezas.


Decir también que en la mitología germánica el gato está consagrado a la diosa Freya,  la hermosa diosa nórdica del amor.

En teoría del psicoanálisis es bien conocido que siempre que en el sueño se ahuyente al gato será un buen augurio y una señal de triunfo.

Así pues, si Lapido abre la canción con: “Ronda un gato persa por mis sueños / hablándome de muerte y de amor”, esto podría no significar nada específico o significar, según lo anterior, que: …que como paranoia es muy endeble.

2.       El Perro Asirio.


La letra de El Más Allá contiene, entre otras, una referencia a Federico García Lorca y otra posible referencia a la banda alicantina El Perro Asirio.

Federico García Lorca escribió un poema llamado Paisaje con dos tumbas y un perro asirio  que aparece en Poeta en Nueva York. Esta fue mi primera intuición cuando escuché por primera vez el magnífico tema de Lapido, pero también eché un vistazo al myspace de los alicantinos, a pesar de mi extrañeza, al ver que “Perro Asirio” viene con mayúsculas en el verso.

El Perro Asirio es un grupo de rock alternativo/psicodelia afincado en Alicante. En 2009 lanzó su primer disco al mercado. Había oído hablar de ellos y creo recordar que en los Conciertos de Radio 3 en La 2, los vi una noche y me gustaron. No suenan mal, pero, ciertamente, escuchando las letras de esta banda, no cojo, en principio, nada concreto respecto a la canción de Lapido. Tienen un tema de ocho minutos titulado ‘Paisaje con tumbas y un perro asirio’ en la que ponen música y recitan el poema de Lorca. Tendría en común con Omega el haber sido musicados dos poemas de Lorca que tratan de la muerte, lo que podría conectar de algún modo a ambas bandas, El Perro Asirio y Enrique Morente y Lagartija Nick, banda esta última que ya en sí misma establece una fuerte conexión  con Federico, pero muchos autores y grupos han musicado al  genial poeta granadino y no veo suficiente conexión con el tema de Lapido salvo la referencia al "perro asirio".



Llegamos entonces al poema de Lorca Paisaje con dos tumbas y un perro asirio  que aparece en Poeta en Nueva York, en la parte de Introducción a la muerte. Poemas de la soledad en Vermont. No hay que olvidar que también pertenece a los poemas neoyorquinos el poemario Tierra y Luna, cuyo tema principal es la muerte, el triunfo de la muerte (el disco Lorca (1998) del maestro Enrique Morente, contiene el tema 'Tierra y Luna (Asesinato)'. Antes de partir también nos dejó una impresionante versión de El Ángel Caído).

El poema dice así:

“Paisaje con dos tumbas y un perro asirio”

Amigo,
levántate para que oigas aullar
al perro asirio.
Las tres ninfas del cáncer han estado bailando,
hijo mío.
Trajeron unas montañas de lacre rojo
y unas sabanas duras donde estaba el cáncer dormido.
El caballo tenía un ojo en el cuello
y la luna estaba en un cielo tan frío
que tuvo que desgarrarse su monte de Venus
y ahogar en sangre y ceniza los cementerios antiguos.

Amigo,
despierta,
que los montes todavía no respiran
y las hierbas de mi corazón están en otro sitio.
No importa que estés lleno de agua de mar.
Yo amé mucho tiempo a un niño
que tenía una plumilla en la lengua
y vivimos cien años dentro de un cuchillo.
Despierta. Calla. Escucha. Incorpórate un poco.
El aullido
es una larga lengua morada que deja
hormigas de espanto y licor de lirios.
Ya vienen hacia la roca. ¡No alargues tus raíces!
Se acerca. Gime. No solloces en sueños, amigo.

¡Amigo!
Levántate para que oigas aullar
al perro asirio.

Federico García Lorca. Extraído de “Poeta en Nueva York”. 1929-1930.


El poema es inquietante. El poeta le habla en sueños a alguien, al que llama amigo (me recuerda a: “A ver amigo, ¿cuándo vas a madurar?”) y le conmina a que despierte para que pueda oír aullar al perro asirio, como introducción a la muerte a la que le conduce el cáncer que parece padecer (las tres ninfas de la muerte que bailan son las tres Parcas). El poeta le pide que se enfrente a lo inevitable con los ojos bien abiertos, que se incorpore de la cama para recibirla sin resistencia (¡No alargues tus raíces!) y sin miedo (No solloces en sueños, amigo.) Hay, además del recurso a la mitología clásica, una proyección de motivos con la vida real: cáncer, lucidez, miedo. Como en otros poemas de Lorca,  como en Omega, coexisten vida y muerte tan sin solución de continuidad que podría hablarse de unos símbolos cuya misión es indicar el paso de un mundo a otro. Hay muchos y conocidos ejemplos. 

Entonces, como símbolo, este perro es un mensajero de la muerte, y sus aullidos el preludio que escuchan los moribundos. Las dos tumbas bien podrían ser la del moribundo y la tumba del poeta o la del lector, pues todos acabaremos tarde o temprano en el cementerio.


Volviendo a la canción, en la primera estrofa, en sueños, un gato persa habla de amor y de muerte introduciendo el tema, y, después del solo de slide, la letra comienza con el mensaje/advertencia “Hazle caso al Perro Asirio y pon mucha atención…”. ¿Qué camino tomar ahora? ¿El de la banda alicantina o el del poema de Federico? ¿Ambos? Como cualquiera que se interrogue por la muerte, entiendo que al autor de la canción le resulten más trascendentes los mensajes del más allá y los aullidos del perro asirio que el mensaje literario, sin menospreciarlo en absoluto, de las letras de la banda El Perro Asirio.

Desde este punto de vista, la letra de la canción tomaría un significado que a priori parece encajar: en la primera estrofa se introduce la temática del sueño y la personificacíon del “sí-mismo” en la forma de “ese viejo príncipe del dolor”; en la segunda y primer pre-estribillo, un encuentro con el lado malo, con el Mal, en el que el diablo interpreta su rol tentando en el ascensor - un guiño a la película El diablo y yo (1946) de Archie Mayo, con la simbología añadida del número 13.


 Los productores cambiaron el título original Me and Satan por este otro más comercial.


Dualmente, en la tercera estrofa nos encontraríamos con el lado bueno, donde “hay un hombre bueno en el camino” (metáfora de la vida que uno recorre) que parece querer decirnos algo. Este “hombre bueno” muy bien podría hacer, por dualidad con la estrofa anterior, el rol de Dios o del Creador, o un enviado del Cielo - ¿un ángel, tal vez? - o simple y llanamente el de una persona buena que encarna el Bien, un  anónimo vagabundo de los caminos, por ejemplo, así también llevaría consigo el estigma del perdedor. Esto se llama elucubrar, según el diccionario.

Siguiendo con la elucubración, podría ser otro tipo de vagabundo, uno como el “mystery tramp” de ‘Like a Rolling Stone’ de Bob Dylan, uno que también hace tratos desde el vacío profundo de sus ojos, que no vende coartadas o excusas; es decir, podría ser de nuevo la muerte o uno de sus emisarios acechando en el camino, ya que si el diablo se disfraza y es difícil reconocerlo, a la Muerte aún más, pues sabido es que siempre espera bien armada a la vuelta de la esquina o en cualquier recodo del camino (el video oficial de la canción así lo deja entrever). Se puede mantener el principio de dualidad sin descartar esta última posibilidad, y no es descabellado pensar que la Dama nos ofrezca vino, conversación y consejo, advirtiendo paternalmente nuestros errores (sin ir más lejos, en Los Sueños de Quevedo). Otro rol podría ser el Tiempo - con el que no vale ningún truco, como dice el tema ‘Sueños Que Dejamos Ir’ del mismo disco De Sombras y Sueños.

Hay más posibles roles, como que sea el propio Lorca la visión de ese “hombre bueno”, también muy plausible esta posibilidad.  Y podríamos seguir elucubrando más allá. Como siempre, hay varias posibles interpretaciones y cada uno tiene la suya.

[...]

Por último, tras el aterciopelado solo de slide - como maullidos de un amoroso gato persa - da igual si la advertencia final es lanzada al aire por este personaje en cualquiera de los roles indicados o es una advertencia del propio autor. No está entrecomillado, pero se puede interpretar como una continuación de los versos anteriores al solo de guitarra (“A ver, amigo…”). Lo que es claro es que desde luego sería alguien con la suficiente experiencia y sabiduría como para saber de qué van los mensajes del Cielo y los aullidos de este perro asirio. Y Lapido también sabe de lo uno y de lo otro y de lo contrario. Sabe de aullidos y de ladridos.



Aullidos del perro asirio y ladridos del perro mágico. Dos visiones contrapuestas. Puede ser por esta bipolaridad que nunca sabremos cuándo ni cómo escucharemos esos aullidos ya que, por algún funesto designio, la vida y la muerte están encarnadas en un perro maniacodepresivo.

.   .   .   .   .    .   .   .   .   .   .

A QUIEN LEYERE

Tal vez parezca una paranoia el tema, o se pregunten quién diablos escribe esto un día de lluvia. No se pretende con lo anterior ningún objetivo ni creo que se exprese nada del otro mundo (aunque haya tratado del más allá).

Tampoco es pretensión, menos todavía, hacer un análisis exhaustivo ni, como se dice en cine, destripar la trama. No soy más que un simple autor aficionado con mucho tiempo libre que intenta aportar lo que éstas y otras exploraciones, realizadas por puro placer y siempre como aprendizaje, me hayan mostrado, sin ánimo de querer ofrecer más que mi interpretación personal y lo que de racional pueda tener para quien haya leído hasta estas líneas. 

Porque, parafraseando a José Ignacio Lapido, el tema es largo, es muy largo de contar. Vale.





Referencias:
Lorca: interpretación de "Poeta en Nueva York", Miguel García-Posada
Poeta en Nueva York - Tierra y Luna - Diván del Tamarit, Federico García Lorca, Obras Completas, Tomo 5 (ed. Centenario)
El hombre y sus símbolos, Carl G. Jung
La interpretación de los sueños, Sigmund Freud
Los sueños en la vida. Claves para una hermenéutica, Javier Castillo Colomer
 


[i]  Memorias, Hector Berlioz
[ii] Antología poética, Francisco de Quevedo
[iii] Los Sueños, Francisco de Quevedo

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