Hubo una época en que a
los curritos como yo, y a otros más competentes, la empresa nos sugería asistir
a cursos-convivencia de fin de semana, retiros en grandes fincas bien
amuebladas y apartadas del mundanal ruido de Madrid.
Auténticos vendehumos y leales a la causa, por supuesto.
Aquel fin de semana, en Ávila fue, lo recuerdo bien, el "maestro" abrió la boca para preguntar por riguroso turno:
"Decid qué cosa prefieres o elegirías ser: fuente o sumidero, ser fuente o ser sumidero."
Es una conocida pregunta en filosofía oriental, pero en aquellos años, los años '90, no lo era tanto.Lógicamente, pues "sumidero" es una palabra con muy mal karma ya de por sí, todos los compañeros iban respondiendo "fuente", el 100%, hasta que me tocó el turno a mí. Siempre me siento o me sentaba al final del aula, y respondí algo así:
"De poder elegir, yo prefiero ser el AGUA que va de la fuente al sumidero y recorre todo el ciclo de vuelta a la fuente."
No dije nada nuevo, ni innovador, ni siquiera del otro mundo, pues recordaba las enseñanzas de Bruce Lee en las clases de artes marciales de mi aún joven juventud: "Be WATER, my friend. Be water."
Así es como el gurú se quedó descolocado y todos mis compañeros giraron sus cabezas hacia atrás para mirar al pequeño hombrecito que había soltado tamaña respuesta.
Hoy no respondería lo mismo.
Si me encontrara hoy
con aquel gurú, triste destino el suyo años más tarde, le respondería:
"De poder elegir:
Agua no,
yo sería el CAUDAL
que sale por la boca
de la Fuente eterna.
El Caudal que apaga el
fuego
y arrastra la gris
ceniza
al pozo negro del
Infierno."
Y obligaría al gurú
empresarial,
al corrupto traficante
de verdad
a escuchar este disco
de Paco de Lucía
como Ludwig Van fue
escuchado
hasta saciar
en "La Naranja
Mecánica" de Kubrick.
A los cuervos hay que
darles de su propia medicina.
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Romero (2021)