sábado, 12 de marzo de 2011

POEMARIO ‘El Remolino’, Leyendas: EL VIGILANTE


EL Vigilante

El Mercenario
(Vicente Segrelles)

                                                              
Allá,
más allá de donde nace
la fruta prohibida,
te iré a buscar,
y no sé si huirás
o tal vez no te encuentre,
pero subiré las montañas
más altas de esta tierra
por tu nombre.

Un sol que no calienta
se cierne sobre mi camino
con una misión por destino
armado de pies a cabeza
a veces envidio la suerte
de los hombres más viles.
Es preciso que el halcón
se cobre otra pieza.

Como un cuchillo furioso
entró el tiempo en mi corazón de piedra
y el instante se desvanece en mí
tan lento
tan despacio
que bajo mis pies tiembla el suelo
y se hace más negra la noche
al contemplar mi rostro de hielo
mientras te llamo y te busco
entre los senderos oscuros
de la montaña negra donde te esconden.

 “¿Dónde estás?” grito al viento.
“¿Dónde te esconden esos traidores?”

Tengo que encontrarte,
encontrarte ahora,
pues debo extraer la espada hundida
en la piedra que eternamente
arrastras como castigo.

Anochece en la roca del Destino.
Oigo tus gritos.
La luna llena cuelga como
una calavera lánguida
que sonríe al peregrino.
Subo raudo los pedriscos,
enciendo una tea ardiente
que me alumbre en el camino.
Desde la puerta escucho tus gemidos
¿Qué te estarán haciendo?
¿Qué hacen contigo esos asesinos?

La lucha es a muerte
entre centuriones divinos.
Saco el hacha,
y la espada de dos filos.
Con la mano derecha corto
lo que la izquierda ha desprendido
y las cabezas ruedan con
la sangre de los siglos.
Despejada la entrada salgo
y solo queda silencio en el camino.

El monstruo se levanta incrédulo
aceptando el desafío.
Nadie jamás osó
posar la fría mirada
sobre esos ojos vacíos
como yo, encendido en ira y rabia,
le fijo ahora los míos.

Corto tus ligaduras,
tus cadenas, tus miedos más íntimos,
y mientras él se coloca
bloqueando el pasadizo,
con la maza de acero reviento
la cabeza de monstruo vil y maldito
y le hundo la aguda espada hasta
lo más profundo de su intestino
donde retuerzo y hago trizas.

¡Ya se alza la luna!
¡Ya el amor ve un camino!
Ya ilumina, alegre y lisonjera,
nuestro nuevo destino.





Copyright © Luis Romero, 2006

Poema extraìdo del libro 'El Remolino' (Luis Romero, 2006)




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