sábado, 25 de febrero de 2017

Hablando de inviernos


     
“Detrás de mí, nada; por delante, todo,
como  siempre pasa en la carretera”
Jack Kerouac
                                               




No pasa mucho hasta que nuestro núcleo adquiere su forma.
Vuelve a la vida real.
Y mientras, nosotros seguimos sentados
como en aquella vieja fotografía.
Nosotros sentados comiendo cerezas
hace años en el asiento de atrás de un 1430.

Para situarnos, aunque solo sea unos minutos,
en el evanescente tiempo de los artistas
nos hemos subido a un Chevrolet turquesa
el mismo de los sueños de antaño,
de los días americanos
en que recorríamos carreteras secundarias
buscando una gasolinera salvadora
cuando a la vuelta de una curva
encontrábamos algún que otro desierto emocionante.

El tiempo pinta mal
una mirada hacia arriba
rompe la costra del cielo
y se adentra en sus túneles
montada a la grupa de un caballo sin nombre.
Fuera de la fotografía
las canciones iluminan el camino.

Quién no necesita hoy viajar de verdad a través del país…
 Volvemos al mundo real.
No pasa mucho hasta que nuestro núcleo adquiere nueva forma.
Como no estábamos aquí
el mundo se desliza ahora
como si no lo hubiéramos habitado nunca
y echamos de menos meter la nariz
en la hierba mullida que promete la primavera.
Volvemos al fugitivo tiempo que lleva el disfraz de delincuente
con la extraña sensación que deja
el haber visitado los fantasmas del pasado.

Y sabemos que quien no está ocupado naciendo
está ocupado muriendo.
Y escuchamos el acorde secreto que escribió el rey David a Dios.
Y oímos a los espíritus recitar a Kerouac y a Shakespeare:

“Cómo mi ausencia como un invierno ha sido…
¡qué escalofríos he sentido, qué oscuros días he visto!”


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